martes, 31 de diciembre de 2013

Carlos Núñez: retrato de un sueño.

Ya sea que hayan pasado unas cuantas horas o semanas, cuando has vivido algo que sabes en tu interior que es único y que no puede volver a repetirse, da igual el tiempo que pase. Aunque lo pienses en frío. No te entra en la cabeza que tú estabas ahí, viendo ese espectáculo que te llevó a un sitio totalmente distinto del día a día y de las cosas cotidianas. Eso es lo que yo he vivido en el concierto de Carlos Núñez.

No puedo describir lo que me ha hecho sentir durante esas dos horas, no solo él, sino los magníficos músicos y bailarines que había allí con él: Jon Pilatzke, Pancho Álvarez, su hermano Xurxo, la excelente bailarina Cara Butler (esposa de Jon, por cierto)… todos, absolutamente todos, se lucieron en un concierto memorable. El escenario no podía ser mejor que el del Palau de la Música, creado con una acústica inmejorable, lugar en el que este espectáculo para los oídos y para las emociones tendría lugar.

De Carlos, no puedo decir más que es un genio, tanto en la música como en su parte más humana. Y es que Carlos es de esos artistas que, a pesar de llevar muchos años en la música y haber tocado miles de conciertos (el de ayer era el número cien, solo del 2013), es una persona tan sencilla y humana que después de dos horas de regalarnos la mejor música, no se le ocurrió otra cosa que mezclarse entre la gente, haciéndose fotos y firmando autógrafos, charlando con nosotros a pesar de que el tiempo apremiaba y los organizadores nos decían que no nos entretuviéramos demasiado, que tenían que cerrar. La vida diaria, la cotidiana, la de los trabajadores del Palau que solo quieren ir a descansar después de un duro día de trabajo; y la de Carlos, a quien a pesar de ello no le importó quedarse con nosotros un ratito más.

Las dos horas de música han sido un regalo para los sentidos, absolutamente todos. Nos hizo reír, nos hizo bailar, y a mí me hizo olvidarme de quién era y qué problemas tenía en mi vida. Ahí solo estaba él, sus músicos, y todos los fans que nos reunimos allí para disfrutar de algo inolvidable. Era mi primer concierto de Carlos, después de ser fan de él desde muy pequeña, gracias a aquella joya que mi padre encontró en una tienda de segunda mano llamado Mayo Longo. A partir de ahí comenzó un idilio entre Carlos, su música y yo, que culminó anoche en el Palau de la Música de Barcelona. Allí cumplí un sueño: ver un concierto suyo, verle en persona, conocerle y hablar con él. Y no ha defraudado.

Las anécdotas del concierto han bailado por doquier. Un par de canciones que nunca había oído y que me dejaron con ganas de más, las canciones de Amanecer y Camiño de Santiago (mis favoritas) y que me hicieron temblar de pies a cabeza, la competencia sana entre Xurxo y Jon a ver quién era el mejor percusionista (uno con la caja de resonancia, otro con los zapatos de bailarín), el beso de Cora y Jon, la canción que no esperaba de Cotton Eyed Joe… y sobretodo la gente que no se iba, que tenía ganas de más. Nunca he estado en un concierto en que la gente no quería irse, cuando un concierto se acaba, se acaba y punto, los artistas se van y listo. Con Carlos no, la gente aplaudía sin parar, gritando su nombre, pidiendo más, y salió hasta tres veces cuando la gente ya estaba con las chaquetas puestas pero se negaba a irse. Queríamos más, y Carlos nos lo regaló.

Y por supuesto, ir a un concierto de Carlos Núñez implica aprender un poco más de historia de la música celta, pues con casi cada canción nos cuenta de dónde vienen esas melodías, qué instrumentos se usan y de dónde son originarios. Un deleite para todos los sentidos. Y es que hay muchos, muchísimos artistas en el panorama musical actual, muchos de ellos tienen pasión por la música y eso es lo que los mueve. Pero estar delante de un hombre de 40 años y verle reír, con esa sonrisa que tiene de niño, te conmueve el alma, y es que Carlos parece que no haya perdido esa inocencia e ilusión de vivir cada día. En esas dos horas no paró de reír y hacernos reír con él, mostrándonos esa sonrisa infantil que me hizo salir del Palau con una sonrisa pintada en mis labios de oreja a oreja. Eso es lo que hace Carlos, hacerte ver la vida con positividad, y eso es algo de incalculable valor.

No tengo más palabras de ese concierto, sinceramente no puedo expresarlo. Sólo os digo que si os gusta la música celta, id a ver a Carlos Núñez. Os dejará con ganas de más, mucho más, y ya no podréis olvidaros nunca más de un concierto de un artista de tal calibre como él. Dejo el 2013 con un sueño cumplido. Un grande Carlos, gracias.